Vala percibió el fétido aroma de los muertos a más de un kilómetro de distancia.

Pese a las nubes que cubrían Khanduras, el aire se apreciaba cálido cuando la cazadora de demonios llegó a las ruinas de Holbrook. Este sitio, otrora una pequeña comunidad agrícola que luchaba por sobrevivir, era ahora un pueblo fantasma; o al menos eso parecía. El agudo hedor a putrefacción era evidencia de que los residentes aún se encontraban ahí, mas ya no entre los vivos.

Josen, el mentor de Vala, estaba en el centro de la aldea examinando una pila de escombros: mampostería regada, así como piedra y tierra removida.

Su atavío era el de un cazador de demonios. La suave luz se reflejaba débilmente en la armadura de placas que adornaba la mitad de su cuerpo. Sus ballestas gemelas pendían de sus muslos, al alcance de sus manos. No llevaba puesta la capucha y su capa se agitaba con el viento.

Vala llevaba indumentaria similar. La mayor diferencia radicaba en su bufanda oscura, la cual cubría la mitad inferior de su rostro. La hija del aserrador hizo que su caballo disminuyera la velocidad, desmontó y aguardó por un momento —en silencio e inmóvil— evaluando la situación.

Se escuchaba un murmullo persistente, si apenas discernible. Las únicas señales de vida provenían de Josen y de otros dos cazadores; uno revisaba las estructuras abandonadas y el otro se encontraba de pie cerca de un almacén decadente. Ya era demasiado tarde para remediar lo que ocurrió aquí, sólo quedaba buscar sobrevivientes. Eso era, después de todo, la segunda labor más importante que llevaba a cabo su gente: alimentar y proporcionar refugio a todos aquellos que quedaron sin hogar después de una catástrofe inconcebible. Guiarlos, exhortarlos, curarlos, educarlos y entrenarlos… para efectuar lo más importante, si así lo deseaban; convertirse en cazadores de demonios y aniquilar a los engendros infernales responsables de este tipo de actos malignos.

Josen continuó estudiando los escombros con atención en tanto que Vala se aproximaba. —Vine tan rápido como pude, —declaró mientras se descubría el rostro.

El débil murmullo continuaba. Los ojos de Josen permanecieron fijos.

—No deberíamos estar aquí, —su voz cual grava suelta. —Si Delios hubiese tenido éxito, no estaríamos aquí. —Sus ojos brillantes finalmente se clavaron en los de ella. —Dime qué es lo que ves.

Vala echó un vistazo. La madera y la mampostería eran familiares, al igual que el líquido oscuro salpicado sobre ellas. Sin embargo, había también una sustancia negra, como brea, que no reconoció.

—El pozo del pueblo, —dijo Vala. —El demonio salió de ahí… herido, dada la presencia de sangre demoníaca. Al menos Delios logró eso. Sólo espero que su muerte haya sido digna de un cazador.

Josen pateó la tierra, se encontraba húmeda bajo la superficie. —Esto ocurrió hace no más de un día… Después…

Vala aguardó a que Josen prosiguiera y, cuando no lo hizo, preguntó. —¿Después de qué?

La expresión del maestro cazador era ilegible. —Sígueme, —respondió.

Conforme se aproximaban al almacén aumentó el volumen del murmullo, convirtiéndose en un vibrante zumbido. A la par se incrementó también el hedor. El cazador que se encontraba ahí abrió las enormes puertas.

Una masa gruesa y oscura, una nube viviente de moscas, escapó. Pese a que el olor de carne en descomposición le era familiar a Vala, la potencia de su asalto casi le hizo caer de rodillas. Ella se cubrió el rostro con la bufanda y se aguantó las náuseas.

La gente del lugar se encontraba apilada en montones irregulares dentro de la estructura, la cual era del tamaño de un granero. Hombres, mujeres… muchos de ellos abotagados, con el estómago hinchado. Algunos de los cuerpos habían reventado y sus órganos se encontraban regados por el suelo. Gran cantidad de gusanos se abrían paso sobre y por las vísceras; supuraba fluido por ojos, narices y bocas. Bajo el olor de descomposición se encontraba el característico aroma de heces y cientos de moscas se aglomeraban en torno a la matanza.

Vala frunció el ceño. Las heridas, aunque brutales, no eran lo común para un ataque perpetrado por engendros infernales. Eran apuñalamientos, empalamientos, cráneos aplastados; no los jirones, desmembramientos y decapitaciones asociadas con las muertes causadas por demonios.

Josen habló. —Delios fue visto en las afueras de Bramwell hace un día. Irrumpió en un burdel, mató a todos y desapareció. Ayer por la noche hubo otra masacre, quince víctimas en un fumadero de opio asesinados por saeta y espada.

Los ojos de Vala se abrieron con incredulidad y Josen respondió a la pregunta sin formular.

—Cayó ante la corrupción demoníaca. Está perdido para nosotros, igual que cualquier otro demonio.

Espantosa situación, una que todo cazador de demonios enfrentaba al navegar la línea entre el bien y el mal. Era muy fácil para los cazadores perder la habilidad de controlar su miedo y odio y cruzar al otro lado. Sin embargo… esto no era obra de Delios, sino algo distinto. Vala ocultó su desasosiego. —Quizá, pero ningún cazador es el responsable de lo que vemos aquí, ni tampoco un demonio.

—Ciertamente.

—¿Crees que se volvieron unos contra otros?

—Es posible, —respondió Josen de manera plana antes de salir del recinto. Vala miró los cadáveres amontonados una vez más y notó algo extraño. No había niños.

Afuera, Josen aguardaba junto a su caballo y vala se apresuró a llegar hasta él. —Completé mi tarea previa, ¿qué procede?

—Continuamos la búsqueda de sobrevivientes. Al salir el sol viajaré a Bramwell y hallaré a Delios. Quizá… no es demasiado tarde para él, —mas el breve instante de duda del maestro cazador decía lo contrario.

Vala enderezó los hombros. —Iré en busca del demonio entonces.

—No —replicó Josen—, no estás lista.

Vala se acercó un poco más. —¿Perdón?

El maestro cazador se volvió hacia ella, su tono de voz uniforme. —Dije que no estás lista. Sabemos muy poco de lo que enfrentamos y de sus métodos. Creemos que es un demonio que se alimenta de terror… pero Delios también contaba con esa información y no fue suficiente para prepararle. Un demonio como éste…

Josen bajó la mirada de manera casi imperceptible. —Entrará a tu mente y sacará a la luz todo miedo, pesar y duda sin importar lo profundo que los entierres, te enfrentará contigo misma. —Los ojos del maestro cazador se clavaron en Vala.

—Recuerda tu fracaso en las ruinas.

—Eso fue algo distinto. Un demonio de furia, —protestó Vala.

—Furia, odio, miedo, uno se alimenta de otro. Un cazador de demonios aprende a dirigir su furia, pero tal equilibrio es precario. Al perderlo comienza el ciclo: el odio engendra destrucción, la destrucción engendra terror, el terror engendra odio, mientras…

—¡Lo he escuchado mil veces! —Espetó Vala.

—Entonces tenlo siempre en consideración. Aún eres joven y tienes mucho que aprender. Si algo te he enseñado es que un cazador de demonios siempre debe templar odio con disciplina, así que tranquilízate. El demonio está herido e inactivo por el momento, enviaré a otro cazador.

Josen se dio la media vuelta para irse, pero Vala aún no terminaba.

—Iré en pos de Delios entonces.

Josen le devolvió la mirada. —Tú te quedarás y ayudarás en la búsqueda de sobrevivientes. Delios es mío, esas son mis órdenes. —El maestro cazador se alejó cabalgando con calma. Por alguna razón, eso enfureció a Vala aún más. Ella quería que Josen gritara o vociferara, que mostrara una maldita pizca de emoción.

¿No estoy lista? ¿No estoy lista? Después de todo lo que he pasado… —¿Cómo te atreves a decirme para lo que no estoy lista? —Susurró Vala.

Un instante después se encontraba sobre la silla de su caballo.

¿Hacia dónde? ¿Qué camino tomó el demonio? Vala miró la sangre entre los escombros, no había rastro que saliera de las ruinas; nada que seguir.

Al este sólo había montañas. Al oeste el Golfo de la Marca del Oeste. Lejos, al sur, se encontraba Nueva Tristram, pero el demonio estaba herido. ¿Se arriesgaría acaso a efectuar el largo viaje, o andaría hacia el noreste… donde podría hallar otras comunidades agrícolas pequeñas como ésta?

Abundancia de presas fáciles.

La aldea más próxima, Havenwood, se encontraba a menos de un día de distancia.

La elección estaba hecha.

Odio y Disciplina

Cazadora de demonios

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